Tú me revuelves el pelo
mientras trepas por mi espalda,
yo siento mi corazón esmeralda
y acaricio lo que antes fue hielo.
Tú mueves tu nariz en mi cuello
como un ratoncito en minifalda,
yo descubro dentro una guirnalda
que besa dulce mi duelo.
Soy un arco preparado para atacar,
pero entonces empiezas a susurrar
que me Amas y que no tenga miedo,
porque quieres darme una gominola
que juras que sabe a amapola,
con la que veré que —sin arma— puedo.
—Diario de un corazón desamparado